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Una sinuosa carretera que se adentra en el corazón de la sierra Subbética conduce a la encantadora villa de Zuheros, asentada sobre un escarpe rocoso que domina la campiña, cuajada de olivos. La blancura del caserío y el panorama de barrancos que lo envuelve, presidido por el pico Lobatejo (1.380 m), lo convierten en una de las imágenes más sugerentes de la provincia y en una grata sorpresa para el viajero desprevenido.
El castillo fue fundado en el siglo IX por un destacamento árabe y tres siglos más tarde se construyó un recinto amurallado que protegía la villa frente a las incursiones cristianas. Finalmente cayó en manos del ejército de Fernando III pero mantuvo su carácter de localidad fronteriza y atalaya sobre el vasto territorio que se otea desde su fortaleza, asomada a un peñasco vertical.
Ésta conserva parte de su torreón y junto a él, los restos de un palacio renacentista construido en el siglo XVI. Vale la pena coronar este torreón para contemplar a vista de pájaro el espléndido panorama, el caserío con su inconfundible estructura laberíntica y los ruinosos muros del palacio que se amoldan con precisión a la base de roca. Muy cerca se alza la iglesia de los Remedios, un templo del siglo XVI cuya torre fue construida sobre el alminar de la mezquita y junto a la base del castillo se extiende la plaza de la Paz, rodeada por algún barecillo y por el pequeño Museo Histórico local.
(Pequeños pueblos medievales)