La casa del Pastor estaba situada en la calle de Segovia, con vuelta a la Cuesta de los Caños Viejos. En su cara de poniente - pese a que en 1972 se demolió dicho casón - se conserva uno de los escudos pétreos más antiguos de Madrid con todos sus postizos legendarios.
Fue construida en el S. XVII y su propietario fue un arcediano llamado don José que se dedicaba a servir a Dios y al prójimo menesteroso. Al cabo de los años cayó enfermo y llamó a un escribano para dar sus últimas voluntades en las que no mencionaba la casa en la que vivía.
Se le preguntó a quién quería ceder esta vivienda. Y él dispuso dejarlo por escrito con la petición de que dicho sobre no se abriera hasta después de su muerte. Así, cuando se produjo el óbito, se abrió el testamento que decía: “Es mi firme voluntad que herede la casa la primera persona que en el amanecer siguiente a mi muerte, entre en la Villa, por la Puerta de la Vega”.
Una hora antes del alba, el escribano y varios testigos aguardaron en el pasadizo de la puerta. Cuando salía el sol, traspasó la Puerta de la Vega un pastor maduro con garrote y perro. El hombre no podía imaginar que horas después sería el propietario de aquel inmueble.
Existen algunas leyendas en torno a esta casa. La primera de ellas asegura que años antes, aquel pastor había dado cobijo previamente al señor arcediano cuando huía de la Villa por acusaciones infundadas que le vinculaban a la Inquisición. La otra versión señala que aquella casa siempre perteneció a un pastor que tenía íntimas relaciones con María Luisa de Parma, consorte del rey Carlos IV.
Fue construida en el S. XVII y su propietario fue un arcediano llamado don José que se dedicaba a servir a Dios y al prójimo menesteroso. Al cabo de los años cayó enfermo y llamó a un escribano para dar sus últimas voluntades en las que no mencionaba la casa en la que vivía.
Se le preguntó a quién quería ceder esta vivienda. Y él dispuso dejarlo por escrito con la petición de que dicho sobre no se abriera hasta después de su muerte. Así, cuando se produjo el óbito, se abrió el testamento que decía: “Es mi firme voluntad que herede la casa la primera persona que en el amanecer siguiente a mi muerte, entre en la Villa, por la Puerta de la Vega”.
Una hora antes del alba, el escribano y varios testigos aguardaron en el pasadizo de la puerta. Cuando salía el sol, traspasó la Puerta de la Vega un pastor maduro con garrote y perro. El hombre no podía imaginar que horas después sería el propietario de aquel inmueble.
Existen algunas leyendas en torno a esta casa. La primera de ellas asegura que años antes, aquel pastor había dado cobijo previamente al señor arcediano cuando huía de la Villa por acusaciones infundadas que le vinculaban a la Inquisición. La otra versión señala que aquella casa siempre perteneció a un pastor que tenía íntimas relaciones con María Luisa de Parma, consorte del rey Carlos IV.