Después de ser tantas y tan grandes cosas, Compostela tenía que ser también el útero del ferrocarril en Galicia. El primero fue por eso el "Compostelano", que unía Santiago con el Puerto del Carril (Villagarcía de Arosa), inaugurado y bendecido el 15 de septiembre de 1873. La empresa se había constituido diez años antes con el rimbombante nombre de Ferrocarril Compostelano de la Infanta Doña Isabel y fue alargado hasta Pontevedra en 1899.
Aún habrían de pasar años para que los peregrinos no galaicos pudieran ganar el jubileo en tren. La comunicación ferroviaria con la Meseta era casi una remota esperanza cuando un abuelo de Camilo José Cela, el oriundo inglés Mr. John Trulock, dirigía la modesta explotación que, debido a problemas económicos, pasó a manos de una entidad de obediencia británica, la West Galicia Railway, que el pueblo llano pronunciaba como "la Best". Un modo de transporte que, a la novedad, ventaja de tiempo y baratura, añadía el tipismo y la familiaridad entre los empleados y sus usuarios. Cela recuerda que su abuelo materno tuvo un encargado de obras que medía las tareas en paraguas -paraguas métricos, paraguas cuadrados y paraguas cúbicos-, y que Mr. Trulock le defendía de quienes criticaban tan excéntrico sistema diciendo que si en España se contaba por metros y en Inglaterra por yardas, por qué en Galicia no se iba a medir por paraguas.
La estación santiaguesa de aquel "Compostelano" estaba en el barrio de Cornes -a unos dos kilómetros de la actual- y hasta hace varios años funcionó como auxiliar de mercancías bajo la denominación Santiago-Cornes. La actual entró en funcionamiento como estación de paso en el año 1943, al tiempo que el tramo Santiago-La Coruña. Se construyó junto a la carretera de circunvalación de la ciudad y la avenida de Lugo. Con la inauguración, en 1958, del tramo Carballino-Santiago (línea Orense-Santiago), esta estación pasó a tener configuración de nudo ferroviario en el que confluyen tres líneas: por un lado se iba hacía La Coruña y, por el otro, hacia Vigo y Orense.
Aún habrían de pasar años para que los peregrinos no galaicos pudieran ganar el jubileo en tren. La comunicación ferroviaria con la Meseta era casi una remota esperanza cuando un abuelo de Camilo José Cela, el oriundo inglés Mr. John Trulock, dirigía la modesta explotación que, debido a problemas económicos, pasó a manos de una entidad de obediencia británica, la West Galicia Railway, que el pueblo llano pronunciaba como "la Best". Un modo de transporte que, a la novedad, ventaja de tiempo y baratura, añadía el tipismo y la familiaridad entre los empleados y sus usuarios. Cela recuerda que su abuelo materno tuvo un encargado de obras que medía las tareas en paraguas -paraguas métricos, paraguas cuadrados y paraguas cúbicos-, y que Mr. Trulock le defendía de quienes criticaban tan excéntrico sistema diciendo que si en España se contaba por metros y en Inglaterra por yardas, por qué en Galicia no se iba a medir por paraguas.
La estación santiaguesa de aquel "Compostelano" estaba en el barrio de Cornes -a unos dos kilómetros de la actual- y hasta hace varios años funcionó como auxiliar de mercancías bajo la denominación Santiago-Cornes. La actual entró en funcionamiento como estación de paso en el año 1943, al tiempo que el tramo Santiago-La Coruña. Se construyó junto a la carretera de circunvalación de la ciudad y la avenida de Lugo. Con la inauguración, en 1958, del tramo Carballino-Santiago (línea Orense-Santiago), esta estación pasó a tener configuración de nudo ferroviario en el que confluyen tres líneas: por un lado se iba hacía La Coruña y, por el otro, hacia Vigo y Orense.