Vivió mucho tiempo el gran dramaturgo Don Pedro Calderón de la Barca, en la calle Mayor, nº 72 y solía decir misa en la Parroquia de Santa María. Dejándose llevar de su inspiración poética quedábase escribiendo toda la noche, y tal vez, por no dejar empezada una escena, o por no despreciar una situación que de repente le ocurriera, acudía muy entrada la mañana y cerca de mediodía a celebrar el Santo Sacrificio.
Un día llegó más tarde que nunca, e incomodado el sacristán le dijo que no volvería a esperarle y se quedaría sin celebrar si no madrugaba como era su obligación, y diciendo estas palabras, con ira sacristanesca, sacó de mala gana el alba de un cajón que en un clavo dejó parte del fino encaje. Riéndose Calderón al ver este destrozo le respondió con gran mesura:
- ¿Y aún os quejais de que no madrugo cuando he llegado hoy al romper el alba?
(El album de Madrid - 21/04/1899)
Un día llegó más tarde que nunca, e incomodado el sacristán le dijo que no volvería a esperarle y se quedaría sin celebrar si no madrugaba como era su obligación, y diciendo estas palabras, con ira sacristanesca, sacó de mala gana el alba de un cajón que en un clavo dejó parte del fino encaje. Riéndose Calderón al ver este destrozo le respondió con gran mesura:
- ¿Y aún os quejais de que no madrugo cuando he llegado hoy al romper el alba?
(El album de Madrid - 21/04/1899)