El poderoso Conde de Aranda, ministro de Carlos III, quedó sorprendido al recibir una carta del mismísimo Voltaire -quién además de librepensador era un experto relojero- en la que, tras felicitarle por las medidas adoptadas desde su Ministerio, aprovechaba la ocasión para hacer publicidad de su empresa...
Le escribió textualmente "si alguna vez queréis adornar el dedo de alguna ilustre dama española con un reloj-sortija de repetición, con segundero y con carillón cada cuarto y media hora, adornado, además, de diamantes, esto sólo se hace en mi villa de Ferney y allí está a vuestras ordenes".