Los ESPACIOS DE LA CABECERA DE LA CATEDRAL fueron formándose al construirse el edificio románico quedando como superficies residuales cuya configuración ha ido variando bajo el influjo de las sucesivas transformaciones experimentadas por la fabrica religiosa. Primero será la sustitución de la capilla mayor y cuerpo bajo de la girola en el siglo XIV, luego el nuevo nártex a comienzos del XVI y la edificación de la torre de las Campanas, verdadero hito visual de este conjunto, 1575-77. Dos siglos más tarde, como ocurriera con la cabecera de la catedral compostelana, se reconstruye el cuerpo alto de la capilla mayor; su renovada apariencia, entre esbeltos arbotantes y bellos balaustres, se acusa con un nuevo protagonismo que es subrayado en 1726-34 cuando Casas y Nóvoa levanta la capilla de la Virgen de los Ojos Grandes. Poco después se construye el palacio arzobispal que, con una cierta galanura de pazo de campiña, ocupa el lado norte de la plaza.
También el conjunto viario que articulaba estos espacios con las distintas zonas de la ciudad fue experimentando distintas modificaciones. El plano de Machuca y Castillo nos muestra cómo, en el siglo XVIII, existían tres pequeñas calles de comunicación con el convento de Agustinas de la plaza de la Constitución y estaban plenamente desarrolladas las actuales calles del Obispo Basulto, Buen Jesús y Clérigos. Su presencia revitalizó este recinto, originariamente secundario y de clara impronta religiosa, dándole un nuevo protagonismo que pareció consolidarse en esa misma centuria con las transformaciones experimentadas por la fábrica metropolitana y la construcción del nuevo palacio arzobispal. No obstante, cuando a partir de la segunda mitad del siglo XIX se renuevan los inmuebles de su lado naciente, los edificios dirigen ya su fachada principal hacia el nuevo centro del Lugo decimonónico, la plaza de la Constitución, mientras que los frentes hacia la cabecera religiosa presentan un carácter secundario que evidencia el abandono del pensamiento deciochesco y resulta poco adecuado a la monumentalidad catedralicia.
Recientemente, por los años 60 al 70, una actuación oficial dirigida a eliminar el desnivel interior del nártex suprimió su escalonamiento rehundido y el atrio correspondiente a la entrada del crucero sur mientras se colocaron amplios escalones ante la fachada arzobispal, la cual quedó privada de su antiguo atrio, y surge una rampa y escalera de acceso a la calle del Obispo Basulto. Tal operación, como se puede apreciar en las panorámicas correspondientes al estado anterior y posterior a su ejecución, produjo una rasante general única del conjunto e hizo desaparecer, además, una casa y muro con el fin de ensanchar la entrada al callejón de los Clérigos derribando, también, la manzana sur del lado Este para obtener un enlace más amplio con la plaza de España. La superficie se pavimentó con enlosado granítico poco adecuado al uso que había de tener como lugar de tránsito y estacionamiento de vehículos.
A partir de las fechas anteriores se produjo una polémica local dirigida a suprimir las dos manzanas restantes del lado Este con el propósito de lograr un espacio único entre la cabecera de la catedral y el ayuntamiento. Tal proyecta al variar la escala en torno al conjunto religioso, supondría la pérdida de sus calidades originarias, que están en estrecha relación con el ámbito existente, entre otros aspectos sugestivos.
(La plaza en la ciudad)
También el conjunto viario que articulaba estos espacios con las distintas zonas de la ciudad fue experimentando distintas modificaciones. El plano de Machuca y Castillo nos muestra cómo, en el siglo XVIII, existían tres pequeñas calles de comunicación con el convento de Agustinas de la plaza de la Constitución y estaban plenamente desarrolladas las actuales calles del Obispo Basulto, Buen Jesús y Clérigos. Su presencia revitalizó este recinto, originariamente secundario y de clara impronta religiosa, dándole un nuevo protagonismo que pareció consolidarse en esa misma centuria con las transformaciones experimentadas por la fábrica metropolitana y la construcción del nuevo palacio arzobispal. No obstante, cuando a partir de la segunda mitad del siglo XIX se renuevan los inmuebles de su lado naciente, los edificios dirigen ya su fachada principal hacia el nuevo centro del Lugo decimonónico, la plaza de la Constitución, mientras que los frentes hacia la cabecera religiosa presentan un carácter secundario que evidencia el abandono del pensamiento deciochesco y resulta poco adecuado a la monumentalidad catedralicia.
Recientemente, por los años 60 al 70, una actuación oficial dirigida a eliminar el desnivel interior del nártex suprimió su escalonamiento rehundido y el atrio correspondiente a la entrada del crucero sur mientras se colocaron amplios escalones ante la fachada arzobispal, la cual quedó privada de su antiguo atrio, y surge una rampa y escalera de acceso a la calle del Obispo Basulto. Tal operación, como se puede apreciar en las panorámicas correspondientes al estado anterior y posterior a su ejecución, produjo una rasante general única del conjunto e hizo desaparecer, además, una casa y muro con el fin de ensanchar la entrada al callejón de los Clérigos derribando, también, la manzana sur del lado Este para obtener un enlace más amplio con la plaza de España. La superficie se pavimentó con enlosado granítico poco adecuado al uso que había de tener como lugar de tránsito y estacionamiento de vehículos.
A partir de las fechas anteriores se produjo una polémica local dirigida a suprimir las dos manzanas restantes del lado Este con el propósito de lograr un espacio único entre la cabecera de la catedral y el ayuntamiento. Tal proyecta al variar la escala en torno al conjunto religioso, supondría la pérdida de sus calidades originarias, que están en estrecha relación con el ámbito existente, entre otros aspectos sugestivos.
(La plaza en la ciudad)