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Channel: MIL Y UNA HISTORIAS
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El Tragaldabas

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Este personaje del folklore castellano, también conocido como El Zamparrón o La Zarrampla, es representado como monstruo u ogro grande de boca enorme y gran buche o barriga con una voracidad insaciable. Algo amorfo y elástico y de estómago infernal. Capaz de ingerir hasta un ejército entero. De ahí su nombre al referirse al tragar o zampar de una atacada o sin masticar.
Usado como “asusta niños” que no quieren dormir, es común a otras regiones ibéricas como “O Papón”, gallego o asturiano y el portugués “O Papão”.
Aurelio M. Espinosa recoge en 1988 un cuento de la tradición oral en Astudillo (Palencia), en el cual el monstruo advierte a quienes se acercan que se tragará a quién lo haga. Y así va comiéndose a tres nietecitas, un molinero, un rebaño de ovejas y un batallón de soldados, etc. (varían los personajes según la versión). Hasta que llega una hormiguita, la cual recibe la misma amenaza que los anteriores, pero ésta le replica que le picará el culo (o se le meterá por él, según distintas versiones) y le hará bailar, consiguiendo así que expulse a todos los que se ha comido (por el culo o regurgitados) y entre todos le darán fin.
En diversas fiestas municipales existe la costumbre de montar una especie de “atracción” de cartón piedra denominada “tío Tragaldabas” (o “Tía Melitona”) En la que los niños pueden subir, penetrar por la enorme boca y tirarse por el tobogán para salir por detrás de la figura.
Según la DRAE es nombre coloquial de persona muy tragona.

El Musgoso

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Nadie le ha oído nunca hablar, pero en los montes de Cantabria todo el mundo le respeta y le conoce y muchos son los pastores que le deben incluso la vida. El Musgoso sólo vive para hacer bien en el monte, para avisar de los peligros de la Naturaleza, del Ojáncano y de otros seres malignos.
Es un hombre alto y delgado, de cara pálida, ojos pequeños y hundidos y barba negra muy larga. Viste una zamarra de musgo seco y sandalias de piel de lobo y en el zurrón lleva siempre una flauta de una madera desconocida.
Siempre está caminando, muy lentamente, como si estuviera cansado, pero nunca se detiene. A veces toca la flauta y, sin dejar de andar, interpreta dulces y a la vez tristes melodías que son inconfundibles, pero nunca por la noche, ya que por la noche silba. El sonido de la flauta del Musgoso hace que los pastores se protejan del temporal que llega, guardando sus rebaños y buscando refugio.
Otras veces lo que alerta a los pastores no es ni su silbido ni el sonido de su flauta, sino unos ruidos característicos como de una rama que se desgaja o una piedra que rueda monte abajo. Esto hace que los pastores estén muy atentos, pues es señal de que algún peligro les aguarda.

El "cremat" de la Costa Brava

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Un ron "cremat" (quemado) o simplemente un "cremat" es una bebida alcohólica elaborada con ron u otro aguardiente, café en grano y en infusión, azúcar, cáscara de limón y canela.
Se pone todo en una cazuela de barro y se calienta durante unos 10 minutos para que pierda parte del alcohol. Se sirve en vasos o preferentemente en tazas porque tienen asa y la bebida está muy caliente. En la Costa Brava es costumbre servirlo durante las audiciones de habaneras.
Es originario de la Costa Brava, pero hoy en día se ha extendido por todo el levante español e incluso a tierras del interior.
En la provincia de Castellón se prepara con ron, café y azúcar únicamente y se deja quemar durante media hora. Se le denomina "calmant de Herbers". La preparación es parecida a la del "cremat". Se deja arder hasta que los expertos catadores dicen que ya está bueno. Mientras dura la elaboración se apagan las luces y se entonan canciones festivas acompañadas a la guitarra.

La Mayordoma de San Narciso

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La Mayordoma era una tía-abuela de Santa Afra que acompañó al obispo cuando vino a vivir a Girona. La Mayordoma era una mujer de más de cien años inmensamente gorda, presumida y cotilla. También tenia fama de ser buena cocinera y conocedora de las artes esotéricas. Iba vestida con ropas de colores chillones y cascabeles para hacer notar a la gente su paso.
Las dotes de cocinera de la Mayordoma habían hecho que inventase manjares muy sabrosos así como su conocimiento de las artes esotéricas le permitieron que, una vez que se enfado mucho, hizo que todas las iglesias de Girona quedasen llenas de telarañas con unas arañas inmensas.
Un día, debido a una irreverencia hacia San Narciso, este le retiró los poderes que tenía convirtiéndola en el hazmerreír de la ciudad, hasta que un buen día, tuvo una visión que preveía el martirio y la muerte de San Narciso y San Félix.
Cuando sus presentimientos se hicieron realidad, la Mayordoma se volvió humilde y se dedicó al cuidado de los enfermos y desvalidos. Poco antes de morir, mandó encender un fuego delante de la puerta de la Catedral e inventó la sopa de menta. Cuando murió, los gerundenses que cargaron con su cuerpo quedaron admirados de que a pesar de su tamaño pesase menos que un gorrión.


Convento de Santa Isabel - Madrid

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Tenía, en el siglo XVI, su casa en la calle del Príncipe, que era una de las más suntuosas y visitadas entonces, Dª. Prudencia Grilo, hija (o viuda, según otros) de un rico banquero, una de las diosas de aquel Olimpo de la corte. Frecuentaban su casa los caballeros más distinguidos. Todos solicitaban la mano de la opulenta señora, pero la desdeñosa dama había fijado su pensamiento en un doncel guapísimo, con quien deseaba unirse en santo lazo, y si venía aplazando el momento anhelado, era por no prescindir de su amor al lujo, ni privarse de competir con las más grandes bellezas de la corte, a quienes eclipsaba siempre con las gracias de su rostro, el contoneo de su cuerpo y el esplendor de sus trajes. El amante, desesperado de tanto capricho, que él juzgaba desdén, tomó una resolución peligrosa y extrema. Felipe II preparaba su famosa armada invencible, y se ofreció a marchar en ella como voluntario. Cuentan las crónicas, que al separarse los dos amantes, el caballero dijo a la dama, que le preguntaba como tendría noticias suyas. — «Por estos damascos, (señalando a los que había colgados en la sala) , y si muero, además de ellos, moveré las gavetas de ese escritorio, siendo la señal última descorrer las cortinas de vuestro lecho»
Prudencia tomó a broma aquellos avisos fatídicos. A los pocos días había olvidado a su amante, y se entregaba de nuevo a sus acostumbradas distracciones. Pero una noche, acababa de acostarse y apenas se había quedado traspuesta, cuando le pareció que se movían los tapices de la sala; saltó de la cama para cerciorarse, y nada observó: quiso volver al lecho, y le faltaron las fuerzas, porque mirando involuntariamente a las gavetas, vio que se movían.
Quiso dar un grito y no pudo: se dirigió vacilante a la cama y a su llegada se descorrieron solas las cortinas. Entonces cayó desmayada, y estuvo enferma de muerte mucho tiempo. Durante él fueron hechas públicas en Madrid, las noticias que trajo del Escorial, un correo, referentes a la pérdida de la armada y a  la muerte del amante de Dª Prudencia, que tenía en la flota empleo de oficial. Entonces decidióse la dama a abandonar el mundo, y fundó el Convento de Santa Isabel, donde profesó en 1589.
Veinte años después, yendo a visitar el convento la Reina Margarita de Austria, mujer de Felipe III oyó violines que tocaban música de la Pavana.Preguntó a las monjas si tenían recreación de música en la Casa, y la contestaron que era la del Corral de la Pacheca, y comprendiendo lo impropio de la situación del convento con semejante vecindad, lo trasladó al terreno de la Casa de Campo, confiscada al famoso Antonio Pérez, que había en las afueras, donde hoy está la ancha calle a que ha dado nombre el convento.

Bencomo - Rey Guanche

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Bencomo fue el Mencey (rey guanche) de Taoro durante la conquista de los castellanos. Su reino estaba conformado por las tierras de la zona hoy conocida como valle de La Orotava. Bencomo lideró las fuerzas aborígenes que se opusieron a la invasión y pasó a la historia con el sobrenombre de Rey Grande.
Murió en 1495, a la edad de 70 años, durante el transcurso de la batalla que tuvo lugar en La Laguna, frente a las tropas del Adelantado Alonso Fernández de Lugo.

Bentor - Rey Guanche

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La historia del Mencey, Bentor ilustra la fatalidad que, para los guanches, supuso la invasión europea.
Bentor o Bentorey, hijo de Bencomo, otro Mencey significado en la resistencia a la conquista, libró la última de las batallas contra el ejército castellano. Derrotado, antes de rendirse prefirió despeñarse por el barranco de Tigaiga, en el municipio de Los Realejos.
Una escultura, ubicada en el mirador de El Lance, recuerda este acontecimiento histórico

Los granos de la Granada

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Estando Castilla en plena guerra contra Portugal, el rey de Granada, Muley-Hacén,  envió a Sevilla una embajada pidiendo una prórroga a la tregua que con su reino tenían los cristianos. Se le envió una carta aceptando, pero a cambio de recibir dinero y esclavos. Respondió el rey indignado que «ya no había reyes en aquel reino que pagaran tributo a los cristianos» y que en Granada «no se labra oro, sino alfanjes y hierros de lanza contra nuestros enemigos».

Al recibir esta respuesta Fernando se indignó, pero, como no podía hacer otra cosa por el momento, cuentan que se limitó a exclamar: «Yo arrancaré, uno a uno, los granos de esa granada.»

Alfonso VI el de la mano Horadada

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Cuenta la tradición toledana que Alfonso VI huyendo de su hermano Sancho II, después de escaparse de su prisión en el monasterio de Sahagún disfrazado de monje, vino a refugiarse con el rey moro de Toledo, Al-Mamun,  el cual le acogió de corazón y le ofreció para su residencia el palacio de Galiana, a la orilla del Tajo.
Entre ambos hubo un acuerdo, el moro le trataría fielmente y le proporcionaría todo lo necesario para que no le faltara de anda en su estancia en Toledo, el cristiano juro ser leal y ayudarle en lo que necesitase y claro esta no salir de los límites de la ciudad sin su licencia.    
La vida de Alfonso era muy desahogada y tranquila, sus principales diversiones eran la caza, paseos por los bellos parajes de Toledo, charlar con los hombres más cultos del reino de Al-Mamun y por supuesto los torneos.   
Al-Mamun acudió un día al palacio de Galiana invitado por Alfonso a un ágape, con el rey musulmán acudieron también consejeros y hombres de confianza. Después de la comida la conversación entre estos discurrió hacia la ciudad de Toledo, se afirmaba su gran fortaleza e inexpugnabilidad. Estaban platicando sobre el tema cuando Al-Mamun con rostro preocupado se levanto y salió al jardín, Inmediatamente detrás de él salieron sus hombres de confianza y consejeros.  Como era la hora de la siesta y hacía calor se sentaron debajo de unos árboles sobre la jugosa y fresca hierba. De esta forma tras sentarse empezaron a hablar sobre los puntos débiles de Toledo, y ahí fue cuando se suscito una conversación, unos decían que Toledo jamás podía ser tomado por la fuerza mientras otros afirmaban que si quitasen el abastecimiento durante 7 años seguidos tomando los campos viñedos y arboledas, todos asintieron pero llegaron a la conclusión de que necesitarían gran gasto de soldados y dinero para poder resistir siete. Mientras esto discutían Alfonso desde lejos les oía discutir pero el tono de estos era muy bajo y decidió acercarse a unos matorrales que estaban cerca y tumbarse para escuchar lo que decían.     
La discusión fue acallada por Al-Mamun y todos le escuchaban atentos cuando decía que Toledo tenía un gran punto débil, la fachada que daba al este, no tenia río, seria muy fácil entrar por ese lado. Mientras todos le escuchaban empezaron a caminar para desperezarse, en ese momento fue cuando vieron a Alfonso tumbado sobre la hierba dormido. Todos se sobresaltaron pero Al-Mamun para comprobar si verdaderamente estaba dormido se le ocurrió una treta. En voz baja para no despertarle pero suficientemente alta para que lo oyera si se hacía el dormido pidió que le trajeran plomo fundido, al instante trajeron la marmita y el fuego y lo derritieron allí mismo.    
Alfonso tenia una mano extendida y una vez derretido pensaban acercárselo a la mano, de esta manera si estuviera despierto la quitaría y le descubrirían, poco a poco le fueron acercando el plomo ardiendo a la mano y no la quitó. Sólo cuando el plomo ardiendo toco su mano chilló de dolor como un lobo, Al-Mamun tras lo visto respiro tranquilo y supuso que estaba dormido.   
Si estaba dormido eso nunca lo sabremos, lo que si sabemos  es que tiempo después cuando Al-Mamun ya no reinaba Toledo Alfonso entro en la ciudad por la puerta del este, desde entonces esa puerta recibe el nombre de la Puerta de Alfonso VI el de la mano Horadada.

La minas de oro del Teleno

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La sierra fue transformada en una gran batea para extraer el oro con agua de cumbres y ríos.
El mayor complejo de minería romana del mundo suma 38 kilómetros cuadrados. Los romanos convirtieron la sierra del Teleno, hace dos mil años, en una gran batea a escala industrial para extraer el oro. La arrugia, técnica de explotación minera que utiliza la fuerza del agua para beneficiar el metal rey, tiene en las 78 minas auríferas de la sierra del Teleno el ejemplo más espectacular de minería hidráulica de época romana existente en el mundo. Para separar el oro de los materiales estériles en grandes canales de lavado se encauzó el agua por canales y se almacenó en depósitos.
La investigación realizada por el ingeniero y profesor de la Universidad de León Roberto Matías ha puesto al descubierto, además, los 135 kilómetros de canalizaciones existentes entre la cota 1.400 y la cumbre del Teleno así como 90 depósitos de agua. La longitud de los canales se triplicará, como mínimo, cuando se complete la investigación de la red hidráulica por debajo de los 1.400 metros, un trabajo en el que Matías calcula que invertirá otros dos años de su tiempo y dinero.
Aparte de inventarios de uso interno y alguna publicación divulgativa, que ni siquiera ha sido entregada a los Ayuntamientos de la zona, ni el Ministerio de Defensa -titular del campo de tiro que incluye parte de las minas- ni la Consejería de Cultura, que tiene las competencias en Patrimonio han hecho ningún trabajo para ampliar las investigaciones parciales que hizo Claude Domergue en los años 70 -él fue quien lo bautizó como el «mayor complejo mundial de minería romana»- y otros investigadores en los años 80.
Los romanos ensayaron en el Teleno diferentes técnicas extractivas hidráulicas, desde la explotaciones en peines o arados a través de zanjas poco profundas como se puede ver en Las Moraceras o los Pinares de Castrocontrigo, a las zanjas, canales y cortes de arroyada debido al ensanchamiento de aquellas. En otros depósitos de oro, como Fuco Chico y la Piozadera, en Luyego, utilizaron el sistema de ruina montium, que, como se hizo en Las Médulas, combina el uso del agua y un sistema subterráneo de pozos o galerías.
También existen ejemplos de minería subterránea como la Cueva de los Moros de Tabuyo. En el noroeste peninsular hay medio millar de minas de oro de época romana.
En el Teleno los trabajos adquirieron tal envergadura que en la vertiente norte -la que coincide con el campo de tiro del Ministerio de Defensa- hay 18 kilómetros de extensión continuada de explotaciones auríferas en la ribera del río Duerna, desde Molinaferrera. Los restos más espectaculares, son el poblado minero de la corona de Quintanilla y las zanjas canales de lavado con toneladas de cantos amontonados -las murias- resultado de la evacuación de escombros para obtener el oro. «La magnitud de los trabajos de minería romana en la sierra del Teleno llega a alcanzar en su conjunto dimensiones y volúmenes superiores a los registrados en Las Médulas», asegura el ingeniero Roberto Matías.
Su estudio ha destapado un patrimonio oculto por el olvido y en parte prohibido, al estar dentro del territorio del campo de tiro que el Ministerio de Defensa utiliza para entrenar a sus tropas y probar armamento sofisticado de Europa. «Sólo podremos saber cuántos trabajadores hubo en las minas del Teleno si acotamos su período de funcionamiento» 

ROBERTO MATÍAS, ingeniero de Minas y profesor de la Universidad de León

Los Diminutos o Enemiguillos

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Se cuenta de ciertos nigromantes burgaleses, que disponían de unos extraños duendes (similares a otras familias de duendes castellanos), conocidos como enemiguillos.
Estos espíritus familiares son de diminuto tamaño y sumamente obedientes con su dueño, por mediación de ciertos conjuros. Estos también pueden ser los duendes diminutos que se mencionan por ejemplo en Torre de Juan Abad (Ciudad Real) entre asilvestrados y domésticos, que viven en las cavidades de los árboles, nidos de aves, etc, pero habitan cortas temporadas en domicilios humanos para cometer sus pequeñas fechorías. Aunque existe la creencia de ancianos asistidos por estos personajillos en momentos de debilidad de memoria.
Su extrema pequeñez les obliga a ser muy prudentes y cautos en sus desplazamientos y correrías. Se cree que posee la facultad del lenguaje de los animales.

Enrique IV - La tragedia del impotente

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Como «displástico eunucoide con reacción acromegálica» ha diagnosticado a Enrique IV de Castilla el doctor Marañón, basándose en las descripciones que de ese rey hicieron en aquella época cronistas como Alonso de Palencia, Enríquez del Castillo y Hernando del Pulgar. También, el mismo doctor, tuvo ocasión en 1947 de examinar cuidadosamente los huesos y el cráneo de aquel desgraciado rey.
Respecto al más grave problema que siempre ha planteado el Impotente, su paternidad o no de la princesa llamada «la Beltraneja», la conclusión a que ha llegado Marañón es que don Enrique padecía una impotencia temporal u ocasional, pudiendo haber sido, por tanto, padre de la hija que su esposa Juana de Portugal dio a luz. Con esto, el sensato e ilustrado doctor ha hecho justicia mediante el uso de la ciencia a aquel pobre rey, a quien en vida y aun después de muerto casi todos han denigrado.
No fue la Beltraneja, sin embargo, el único hijo que engendró este rey. Antes de ella, la reina aparentemente había quedado embarazada y el hijo, de haber nacido, hubiera sido un varón. Pero lo perdió debido a un trágico accidente. Parece ser que la reina Juana usaba para suavizar su pelo un líquido muy eficaz, invento de un portugués, pero que era muy inflamable. Un día, cuando estaba la reina junto a la ventana de su recámara, secando su pelo al sol, con el calor de éste ardió su cabello, y se hubiera abrasado de no haber sido por sus damas, que acudieron presurosas a ayudarla. Pero el susto fue enorme, y como consecuencia la reina abortó aquella misma noche.
En contra de lo que muchos pensaban, Enrique era de espíritu bondadoso y odiaba la violencia y la guerra. Se cuenta que, estando a punto de emprender una batalla, su antiguo ayo, ahora obispo de Cuenca, don Lope Barrientos, lo vio vacilar sobre si dar o no la orden de ataque. Con energía Barrientos le expuso la necesidad que tenía de combatir para no perder el trono. Le respondió el rey: «Los que no habéis de pelear, padre obispo, ni poner las manos en las armas, sois muy pródigos de las vidas ajenas. Bien parece que no son vuestros hijos los que han de entrar en la pelea, ni vos costaron mucho de criar.» No se libró la batalla en aquella ocasión, pues el rey envió un mensaje al marqués de Villena diciéndole «que convenía se viesen y hablasen». Sin embargo, de estas conversaciones no salió bien parado el honor del monarca, ya que tuvo que acceder para mantener el trono prácticamente a todo lo que le pidieron.
De tanta miseria y de tanto problema se vino a librar Enrique sólo con la muerte, que le acaeció el 11 de diciembre de 1474, a los cincuenta años de edad.

(Leyendas y anécdotas de la Historia de España – Fco. Xavier Tapia)

 

 

Una corona para dos cabezas

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Año 1076, Barcelona se cubre de luto. Pedro Ramón, heredero del condado, asesina a su madrastra la condesa Almodis. El viejo conde, Ramón Berenguer I, no puede soportar la pena y fallece a los pocos días. Pero antes ha hecho testamento: el hijo asesino es desheredado; el Papa le impone, además, una severa penitencia que debe cumplir en veinticuatro años. Los hijos de su segundo matrimonio, Ramón Berenguer y Berenguer Ramón, serán los nuevos condes de Barcelona. Los dos son gemelos, pero de muy distinto temperamento. El primer nacido, Ramón, es bondadoso y de naturaleza pacífica; debido a su hermosa cabellera rubia, el pueblo y los nobles, que lo adoran, le llaman «cap d'estopa». En contraste, el «menor» o nacido después, Berenguer, es de carácter avieso y descontentadizo y se dice que posee una naturaleza cruel.
Según lo dispuesto por el fallecido conde, los dos hermanos deberán reinar a la vez y pro indiviso. Esto no satisface al ambicioso Berenguer y propone que cada uno gobierne medio año, habitando durante ese tiempo en el palacio condal. La curia y Ramón aceptan el arreglo como mal menor. Pero ni siquiera así se tranquiliza Berenguer, que contratando unos esbirros hace asesinar a su hermano. Es el 6 de diciembre de 1082. El cadáver de «cap d'estopa» lo encuentran, al día siguiente, unos cazadores en un bosque de Gerona.
Unos días antes de su muerte, su esposa, la normanda Ma-halta, había dado a luz un hermoso niño, bautizado más tarde con el mismo nombre del padre, Ramón Berenguer, y que será en su día el tercero de ese nombre.

Alfonso el Magnánimo en Nápóles

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La voluble reina de Nápoles, Juana II, había adoptado al rey de Aragón, Alfonso V, como su heredero. Estando Alfonso en Nápoles para ayudarla y a la vez asegurarse la herencia, Juana cambió de opinión y, poniéndose del lado de sus enemigos, los lanzó contra el aragonés. Cuando se preparaba el ataque, la reina dijo a los sorprendidos soldados que no sabían bien contra quién peleaban: «Herid a los bien vestidos y bien montados.» Era cosa sabida entonces que los napolitanos no tenían apenas ropa que ponerse encima, estaban por lo general peor equipados que los aragoneses y muy pocos poseían caballos.
La consigna resultó en aquella ocasión. Los aragoneses fueron derrotados. Doscientos soldados murieron y quedaron prisioneros los principales señores aragoneses y catalanes que iban con el rey.
Pasado un tiempo, Alfonso V se apoderó de Napóles y lo incorporó a la corona de Aragón. Fue entonces cuando, por su carácter generoso y alegre, recibió el nombre de «el Magnánimo».
Se cuenta que durante la conquista de aquel reino italiano, habiendo sitiado a Gaeta, los defensores de la ciudad hicieron un día salir por sus puertas a millares de mujeres, ancianos y niños para quitárselos de encima y poder defender mejor la plaza. Cuando se iban acercando al campo aragonés, algunos caballeros aconsejaron al rey que los enviara de vuelta a la ciudad. La respuesta del Magnánimo fue típica: «Prefiero—les dijo— no conquistar Gaeta antes que faltar a las leyes de la humanidad con esta pobre gente.» Acto seguido, ordenó los recibieran y les dieran alimentos, ya que habían sido abandonados por sus propios compatriotas.

(Leyendas y anécdotas de la Historia de España – Fco. Xavier Tapia)

El Arroyo de la Degollada

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Festejaban aún los cristianos de Toledo la entrada victoriosa de Alfonso VI en la ciudad y vigilaban sus angostas calles patrullas de jinetes y soldados castellanos intentando evitar reyertas, cuando el joven y apuesto capitán leonés Rodrigo de Lara vio en un ajimez a una bellísima morita que miraba embelesada, sin cubrir su rostro, su esbelta figura y las cabriolas de su brioso caballo. Rodrigo quedó hechizado con su insinuante y dulce sonrisa y con la limpia mirada de sus rasgados y negros ojos, pasó dos veces más ante la casa, seguido de su escolta, y desde aquel día no dejó de rondar por aquella calleja con la esperanza de ver a la mocita agarena detrás de una baja celosía. 
Zulema o Zahira (que así la han llamado quienes han soñado su nombre o han bebido en las antiguas crónicas) era hija de una hacendado musulmán que se afanaba en buscarle un rico marido. Vivía bajo su severa autoridad y poco sabía de la alegría y bullicio de las calles, ni de los aromas de rosas y jazmines que vendían los perfumistas en el zoco, pero la providencia había puesto a sus servicio una esclava cristianizada que le hablaba de Jesucristo y de la vida de Santa Casilda, y había brotado en su mente un vivo deseo de recibir el bautismo, tomando el nombre de la princesa de su raza que había abrazado la religión del Nazareno. La fiel sirvienta, que conocía los anhelos de su joven ama, se hizo cómplice del caballero leonés y la reja de Zulema fue testigo de sus frecuentes y secretas visitas y del nacimiento de un romance lleno de ilusiones y de esperanzas. Zulema habló a su enamorado de sus deseos de hacer cristiana, de llamarse Casilda y de tener a su lado a un hombre capaz de defenderla de la venganza que sufriría por su apostasía. Él le juró respetar su honra y casarse con ella y prepararon la fuga con la ayuda de la esclava.
El padre de Zulema estaba ausente. Esperaron la noche, no había luna, las calles estaban desiertas y nadie acechaba desde las azoteas. Era el momento oportuno. Rodrigo aguardó en una esquina cercana. Embozado con su capa, subió a su amada a la grupa de su corcel y partieron a galope con ansias de llegar a la capilla de un castillo cercano, donde esperaba un sacerdote para bautizarla y celebrar las bodas.
Al llegar al torreón de la cabeza del puente de Alcántara le dieron el alto los centinelas. El valiente leonés se presentó ante ellos como capitán de las mesnadas; se abrieron los portones a su paso y continuaron la marcha por el camino romano que los conduciría a su feliz destino. 
Despuntaba ya el alba y cabalgaban confiados divisando a lo lejos las siluetas de la mezquita mayor y las torres del Alcázar, cuando salieron a su encuentro dos jinetes sarracenos que merodeaban por aquellos parajes. Al ver a una joven ataviada a la usanza musulmana, con pañuelo de fina seda en la cabeza, y los pies y manos alheñados con artísticos dibujos, montada a la grupa del caballo de un cristiano, pensaron que la llevaba cautiva y le increparon. El intrépido caballero no soportó la afrenta, clavó el acicate de su espuela en el flanco de uno de sus potros y trató de escapar emprendiendo una vertiginosa carrera perseguido por los agresores.
Al llegar a la vaguada de la vertiente cercana al arroyo se precipitaron por los peñascales y al intentar cruzarlo cayeron a tierra. Los moros los alcanzaron y en la refriega uno de ellos dio un tajo mortal con su cimitarra en el esbelto cuello de Zulema. 
La leyenda cuenta que el enamorado capitán no se amedrentó al ver malherida a su amada: sacó su lanza, mató al asesino y obligó a huir a su compañero. Al ver que Zulema tenía aún un soplo de vida se quitó el yelmo y la hizo cristiana con el agua del mismo arroyo, imponiéndole el nombre de Casilda, como ella había deseado. Después tomó su cuerpo inerte en sus brazos, lo puso sobre su corcel y continuó cabalgando...
Al llegar frente a la torre de Hierro, que se alzaba próxima al embarcadero de la Virgen del Valle pidió socorro a los guardianes, atravesó el Tajo en la barca de pasaje que se hallaba en el lugar, y siguió la triste y lenta marcha para llevar a su amada a la iglesia mozárabe de San Lucas, donde recibió cristiana sepultura. 
Pocos días más tarde tomaba el hábito de novicio en el monasterio cluniacense de San Servando un joven y apuesto caballero llamado Rodrigo de Lara, que no quería vivir en este mundo sin tener a su lado a la mocita de sangre agarena que le había sonreído, un día, desde un ajimez de una casa musulmana; y dicen que el prior le concedía especial licencia para ir a rezar cada tarde a la orilla del arroyo donde había cerrado los ojos por última vez la mora-cristiana que quiso llevar el nombre de Santa Casilda.
Los Toledanos, celosos de sus tradiciones y de sus leyendas, no olvidaron esta bella historia de amor y se asegura que llamaban ya, desde tiempos inmemoriales, "Arroyo de la Degollada" al arroyuelo que baja al río Tajo desde los altos de la Legua y de la Sisla.

(Fuente: toledo-turismo.com)

El padre Falgás y la campana de Mont

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La ermita de Mont no tenía campana. El campanario estaba vacío, y el viejo cura que servía la ermita, el padre Falgás, tenía por ello mucha pena. Le hubiera gustado poder tocar a misa, despertando a los feligreses todas las mañanas, y por la tarde llamarlos a la hora del rosario, después de haberles señalado la hora del descanso y la comida con el toque de ángelus.
Además, era muy devoto de la Virgen y deseaba dedicarle un alegre repiqueteo en la víspera de su fiesta.
Pensando en la manera de obtener la campana, se fue un día a Girona. Por instinto, se dirigió a la casa de un fundidor amigo suyo. En aquel momento acababan de sacar de la fundición una campana de la medida de la que él necesitaba para su campanario.
El padre Falgás, queriendo gastar una broma a su amigo, le preguntó para quién era aquella esquila.
El fundidor, molesto por la pregunta, contestó que para él, si la podía levantar y ponérsela.
El padre Falgás tuvo entonces una inspiración. Él levantaría la campana y la llevaría a la ermita.
Buscó por allí algo con que sujetarla, y vio, en un rincón, una viga. La cogió y la pasó por el ojo de la campana. Después la levantó como si fuera una pluma y se la cargó de forma que la esquila le quedara en el hombro, junto al cuello.
Echó a andar de prisa, para que el fundidor no se arrepintiera de lo que había dicho, hacia la ermita de Mont. Al pasar por las rocas de la Rossoladora, pisaba tan fuerte y tan rápido, que las huellas de sus pies quedaron grabadas, como si el suelo fuera de cera.
Atravesó una era, en la que había unos hombres trillando. Al verle tan cargado con la viga y la campana, se rieron de él y le dijeron que si creía que no iba todavía bastante cargado, le llenarían la campana de trigo.
El padre Falgás les dijo que sí, que le llenaran la campana. El trigo le vendría muy bien para amasar pan durante el invierno.
Los payeses, convencidos de que no podría levantarla, le pusieron en la campana el trigo que cabía dentro.
El padre Falgás cogió la campana con las dos manos, y apostó con los mozos a que ninguno de ellos le alcanzaba. Dos de los muchachos echaron a correr detrás de él; pero el padre llegó a la ermita de Mont con mucha ventaja.
Colgó la campana, puso el trigo en el granero y aquella tarde llamó a los fieles a la hora del rosario, con la sorpresa de todos los payeses de las masías de alrededor, que acudieron a ver la nueva campana de Mont.


(tiocarlosproducciones)


 

 

Una noche toledana

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El dicho popular “pasar una noche toledana” (hace referencia a cuando se ha pasado mala noche y no se ha podido dormir), tiene su origen en un hecho ocurrido en Toledo en el año 797, siendo emir de Córdoba Al-Hakam I (nieto de Abd al-Rahman I).
Los toledanos siempre han sido un pueblo rebelde e insubordinado contra sus opresores y siempre trataron de vivir con cierta independencia.
Al-Hakam I decidió acabar con esa “rebeldí­a” por la vida más rápida y sanguinaria. Mandó un nuevo gobernador, Amrus, a Toledo para llevar a cabo sus planes. Las órdenes del nuevo gobernador era hacerles creer que gobernarí­a con independencia y aceptarí­a sus reivindicaciones. Su meta, ganarse su confianza.
Amrus llegó con buenas palabras y fue un buen gobernador hasta que los nobles toledanos se confiaron y el plan de Al-Hakam comenzó a tomar cuerpo. Con la excusa de la llegada del prí­ncipe heredero al trono de Córdoba, Abd al-Rahman II,  Amrús invitó a toda la nobleza a su residencia para agasajar con un banquete la visita del heredero. Los nobles, confiados, se pusieron sus mejores galas y allí­ se presentaron. La guardia personal del prí­ncipe esperaba tras una puerta por donde iban entrando, uno a uno, los nobles de Toledo. Tras la puerta les esperaba un foso, cavado para tal propósito, donde eran arrojados tras ser degollados.
Fueron degollados muchos (unas crónicas hablan de cientos, otras de miles) hasta que alguien grito:¡Toledanos, es la espada, voto a Dios, la que causa ese vapor (de la sangre) y no el humo de las cocinas!
Los que todaví­a no habí­an entrado pudieron escapar, pero Al-Hakam I consiguió sus objetivos y Toledo se calmó durante muchos años.

Nueva Barcelona en los Balcanes

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El pasado año se cumplieron tres siglos de la firma del Tratado de Utrech, un acuerdo que marcó el fin a la Guerra de Sucesión española y supuso la subida al trono de los Borbones en la figura de Felipe V. Tras la contienda, muchos de los que habían apoyado al archiduque Carlos, representante de la Casa de Habsburgo, se vieron obligados a abandonar el país.
Ese fue el caso de un buen número de habitantes de Barcelona, ciudad que, tal y como narra Javier Sanz en el blog «Historias de la Historia», se resistieron a aceptar la autoridad del nuevo rey Borbón hasta septiembre de 1714. Tras la caída de la Ciudad Condal, buscaron refugio en territorios como Nápoles, Flandes, Cerdeña o Sicilia, a los que, obligada por el Tratado de Utrech, había renunciado la Corona española.
Sin embargo, el rey Felipe no se había resignado a su pérdida y en 1733 reconquistó Nápoles y Sicilia. Los emigrantes catalanes que se habían refugiado allí se vieron obligados a volver a huir, esta vez a Viena. Una vez allí, sin recursos y sin forma de ganarse la vida, malvivían vagabundeando por las calles, por lo que las autoridades decidieron reubicarlos en algún lugar donde no molestasen.
El lugar elegido fue un territorio pantanoso de la península de los Balcanes conquistado hacía poco tiempo y que hoy ocupa la ciudad serbia de Zrenjanin. Con esta solución, además de quitarse un problema, utilizaron a los catalanes para repoblar la frontera que les separaba de los turcos.
Así, entre 1735 y 1737 y financiados por el Sacro Imperio, unos mil catalanes fueron embarcados y llevados a su nuevo hogar a través del Danubio. Allí fundaron Nueva Barcelona, comenzaron la construcción de aquella nueva ciudad donde plantaron las primeras moreras para alimentar a los gusanos de sus fábricas de seda. Pero el sueño de un nuevo hogar solo duró tres años.
Los enfrentamientos entre los Habsburgo y el Imperio otomano se reanudaron y la zona ocupada por los catalanes sufrió numerosos ataques por parte de los de los turcos, que, además, introdujeron la peste en la ciudad. La epidemia diezmó la población y los pocos que sobrevivieron abandonaron Nueva Barcelona, de vuelta a Buda o Viena.
Su rastro se perdió. En 1808 un incendio arrasó lo que quedaba de la ciudad, llevándose con él todo rastro de los emigrantes catalanes. En Zrenjanin solo la presencia de moreras recuerda hoy la existencia del truncado sueño de Nueva Barcelona.


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Lo que no tiene León

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Dos cosas tiene Boñar,
dos cosas tiene Boñar
que no las tiene León
el Maragato en la torre,
y en la plaza el Negrillón,
el Maragato en la torre,
y en la plaza el Negrillón.

El Maragato:Es una figura de hombre de madera situado en la torre de la iglesia junto a las campanas, haciendo el efecto de tocarlas y hacerlas sonar. Fue creado por un carpintero de la villa, Desiderio Cañón.

El Negrillón, ayer
El Negrillón: este tronco de árbol, pese a estar hoy muerto y seco, es el símbolo de la Villa de Boñar. Bien conservados sus restos en la plaza de su mismo nombre, es decir, en la Plaza del Negrillón, la historia del mismo parece arrancar en el siglo XVI.
El Negrillón, hoy
Gracias a las podas y los cuidados llegó a ser alto y robusto. En los años ochenta, la grafiosis se pone de manifiesto en la península ibérica atancándole; a pesar de que se le aplicaron diversos tratamientos curativos vía radicular, no se logró su recuperación, quedando el tronco y un par de ramas anchas.

La madre de Juan de Austria

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En febrero de 1545 nacía el fruto de los amores de Carlos I con una joven flamenca llamada Bárbara Blomberg. A pesar de que el emperador contaba sólo cuarenta y cinco años puede hablarse  de una pasión senil. Los achaques y los abusos en la comida y en la bebida habían convertido en un viejo a aquel hombre maduro. La gota le atosigaba y estaba continuamente en manos de médicos y su unión con la rolliza Bárbara no puede explicarse mas que por haber sucumbido a una tentación que, por lo demás, su posición social hacía fácil.
El niño fue separado de su madre que en 1548 contrajo matrimonio con un tal Jerónimo Kagel, pequeño empleado en la corte de María de Austria. En 1569 enviudó y el rey Felipe II le concedió una pensión de 4.944 florines. Llevó desde entonces una vida un tanto alegre y disipada. Dada a los lujos y a las galas se le tuvo que llamar la atención repetidas veces.
El hijo fue el celebre Juan de Austria, que sólo conoció a su madre cuando fue nombrado gobernador de los Países Bajos en 1577. Se puede suponer cómo fue el encuentro al saber que la envió a España, a donde llegó el 3 de marzo del mismo año desembarcando en Laredo.
A la muerte de su hijo se le atribuyó una renta de 3.000 escudos que gastaba en comidas y vestidos. Al final se retiró a Colindres, en donde murió en 1598.
Está enterrada en el convento de franciscanos de Escalate.


(Historias de la historia - Carlos Fisas)


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