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Channel: MIL Y UNA HISTORIAS
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El Torico de Teruel

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Según ciertas leyendas, en tiempos remotos las villas eran levantadas en el mismo lugar en el que se abatía a un animal perseguido. En el lugar del abatimiento se erigía un santuario y a su alrededor se edificaba la villa.

 En alguno de esos tiempos remotos (1170), los caballeros cristianos de Alfonso II que habían ahuyentado y expulsado a los moros que tenían tomado el territorio turolense, tras recuperarlo, decidieron fundar una villa y amurallarla para así evitar nuevos y futuros ataques moros. No sabiendo donde construirla decidieron por fin que se haría allí donde se abatiese un animal.

Cierta noche, un toro se detuvo bajo una estrella llamada Actuel, en el lugar que hoy ocupa la plaza del Torico y comenzó a bramar insistentemente.

Los caballeros, aunque presos de miedo, tomaron por buena la señal que cielo y tierra les ofrecían en aquella noche estrellada y tras abatirlo decidieron construir allí su villa.

Llegado el momento de asignarle el nombre, acordaron tomar las tres primeras letras de la palabra toro “tor” y juntarlas con las tres últimas de la estrella “uel”, obteniendo así el nombre de TORUEL.


(según Teruel Tirwal)

Pontevedra celta

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Cuenta una leyenda que la ciudad de Pontevedra fue erigida por el griego Teucro, sobrino de Príamo, hijo de Telamón y rey de Salamina, el mejor de los arqueros clásicos (había recibido del propio Apolo su arma) y héroe de la guerra de Troya. Algunos incluso sostienen que él fue uno de los guerreros escondidos en el caballo de madera que los griegos introdujeron con ardid en la ciudad sitiada.

Teucro fue repudiado por su padre, que lo acusó de no haber defendido ni vengado a su hermanastro Ajax, aunque él siempre sostuvo que, tristemente, se había quitado la vida.


Obligado a partir en busca de mejor destino y repudiado por su linaje, Teucro navegó errante hasta que, persiguiendo a una sirena de la que se había enamorado, llegó al extremo occidente. Allí, en una ría de singular belleza que halló a su paso fundó Helenes, más tarde llamada Pontevedra.

Otros sostienen, en cambio, que esta urbe singular fue antes el enclave celta de Lambrica, destruido por la expedición romana comandada por Junio Bruto. Sea como fuere, el nombre proviene del latín «Pons Veteris», "Puente Vieja"


("Ciudades y Leyendas" de Manuel Lucena Giraldo)

A queimada

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La Queimada es una fuerte bebida alcohólica de la tradición gallega y está muy presente en las fiestas y celebraciones.
Según la tradición, esta bebida tomada tras la pronunciación del conjuro funciona como protección contra maleficios, además de mantener a los espíritus y demás seres malvados alejados del que la ha bebido.


Tradición - Todo el ritual de preparación está dirigido a alejar a los malos espíritus y a las meigas que, según la tradición, acechan a los hombres y mujeres para intentar maldecirles ya sea por diversión, por venganza, por algo que han realizado anteriormente, o por cualquier otro motivo. Cualquier ocasión es buena para realizar una queimada: una fiesta, reuniones familiares o de amigos. Tras la cena, en la oscuridad de la noche (que es uno de los mejores momentos para realizarla), los comensales se reúnen alrededor de la queimada, para animar los corazones y estrechar los lazos de amistad. Uno de ellos se encargará de darle el toque final levantando con un cucharón el líquido en llamas y dejándolo caer poco a poco en el recipiente mientras pronuncia el conjuro, lo que crea un ambiente muy especial.

Ingredientes - Sus ingredientes principales son el aguardiente y el azúcar, a los que generalmente se les añade: corteza de limón o naranja, unos pocos granos de café sin moler. A eso se le pueden añadir trozos de manzana, uvas o algún otro ingrediente, los cuales se añaden de forma independiente según la tradición de la zona.
La buena receta, en vez de frutas, que eso es de la sangría, la queimada original sólo lleva corteza de limón, y además, se le añade entre 200 y 120 gramos de azúcar por cada litro de aguardiente, sin olvidar los granos de café.
En varias zonas de Galicia, la forma tradicional de prepararla es dentro de una calabaza, a la cual se le corta la parte superior y se le limpian las hebras interiores, con lo cual la queimada acaba adquiriendo el sabor de la calabaza la cual es ingrediente y recipiente.


Preparación - En un recipiente de barro cocido se vierte el aguardiente y el azúcar en la proporción de unos 120 gramos de este por litro de aquella, los demás ingredientes y se remueve.
En un recipiente más pequeño (generalmente el cucharón con el que se remueve) se coge aparte una pequeña cantidad de queimada, sin limón ni café (sólo el aguardiente y el azúcar disuelto), se mojan los bordes del cucharón con la bebida y se le prende fuego. Cuando esté ardiendo se mete el cucharón en el recipiente grande hasta que el fuego se extienda por toda la superficie. A continuación se revuelve lentamente dejando que suban las llamas del alcohol y creando cascadas con ellas.
A continuación se pone en el cucharón solo azúcar y se coloca sobre la queimada hasta que este se derrite convirtiéndose en almíbar, que se vierte sobre las llamas y se remueve.
Se revuelve hasta que consumido el alcohol la queimada se apague por sí sola, o sólo queden los bordes ardiendo, que no se apagaran.
Cuando empieza a apagarse, pero mientras el aguardiente aún arde, se recita el "esconxuro" (también llamado conxuro). Se sirve la queimada caliente, cuando se haya apagado casi por completo, incluyendo también los granos de café, cascara de limón, trozos de manzana y naranja y se bebe. En ocasiones hay que soplar para apagar alguna de las llamas que llegan al vaso, para no quemarse.


Conxuro o Esconxuro - A continuación el esconxuro que se recitará en voz alta y que espantará a los malos espíritus y a las meigas:

Mouchos, curuxas, sapos e bruxas
Demos, trasnos e dianhos, espritos das nevoadas veigas.
Corvos, pintigas e meigas: feitizos das mencinheiras.
Podres canhotas furadas, fogar dos vermes e alimanhas.
Lume das Santas Companhas, mal de ollo, negros meigallos, cheiro dos mortos, tronos e raios.
Oubeo do can, pregón da morte; fucinho do sátiro e pé do coello.
Pecadora lingua da mala muller casada cun home vello.
Averno de Satán e Belcebú, lume dos cadvres ardentes, corpos mutilados dos indecentes, peidos dos infernales cus, muxido da mar embravescida.
Barriga inútil da muller solteira, falar dos gatos que andan á xaneira, guedella porra da cabra mal parida.
Con este fol levantarei as chamas deste lume que asemella ao do Inferno, e fuxirán as bruxas a cabalo das sas escobas, indose bañar na praia das areas gordas.
¡Oíde, oíde! Os ruxidos que dan as que non poden deixar de queimarse no agoardente quedando así purificadas.
E cando este breraxe baixe polas nosas gorxas, quedaremos libres dos males da nosa alma e de todo embruxamento.
Forzas do ar, terra, mar e lume, a vós fago esta chamada:
si e verdade que tendes mais poder que a humana xente, eiquí e agora, facede que os espritos dos amigos que están fóra, participen con nos desta Queimada

El Hayedo de Montejo

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Dice la leyenda que ciertos carboneros y leñadores de Montejo afirman que el bosque conocido como El Chaparral está habitado por duendes y hadas y que éstas, juguetonas y curiosas, gustaban de engatusar a los visitantes y caminantes del bosque con sus caricias y dulces cánticos. Estos cantos tan melosos y atractivos servían para llevar a los paseantes hasta sus guaridas y convertirlos en animales tales como la lagartija o el petirrojo, con el objetivo de dotar al mencionado bosque de mayor número de habitantes y lograr así mayor encanto

El perro Canelo

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El pasado 9 de diciembre se cumplieron  diez años de la triste pérdida de Canelo, el perro de los gaditanos”. Fue la fatídica mañana del 9 de diciembre de 2002, cuando un Volvo oscuro terminó con la vida de este fiel animal arrollándolo en el paso de peatones que tantas veces había cruzado a las puertas del Hospital Puerta del Mar. Un triste final para un perro que demostró la lealtad hacia su dueño hasta el final de sus días.
Pero la historia de Canelo empezó mucho antes, en concreto, en el año 1990, cuando su amo ingresó por última vez en el centro sanitario para someterse a una diálisis. Esa mañana los dos amigos se despidieron como de costumbre, con un “espérame aquí, compañero”, una frase que explica la vida de Canelo a partir de ese momento. Ese día algo salió mal y el amo nunca volvió a reencontrarse con su perro. Pero su fiel escudero no podía comprender que su amigo ya no estaba vivo. Ya le había acompañado muchas veces hasta el hospital y su compañero siempre había vuelto. Así que, tal como le dijo al entrar, le esperó, y lo hizo no sólo un día, ni dos, ni tres, ni una semana, ni un mes, sino 12 años, día tras día, con viento, lluvia, frío o calor. Durante su larga espera llegó a ser denunciado y fue trasladado a la perrera hasta en dos ocasiones, provocando movilizaciones populares de vecinos y protectoras de animales, que finalmente consiguieron su indulto.
Desde ese momento, la Asociación Agaden se hizo cargo del animal, apadrinándolo y proporcionándole las vacunas y los permisos necesarios para que pudiese seguir esperando a su dueño sin tener más problemas, amparado por la Ley.
Hubo gente de dentro y fuera de Cádiz interesada en apadrinar a un perro tan querido y famoso en todo el mundo por su enternecedora historia. Canelo pasó por dos adopciones, pero no quería otro hogar que no fuera el de su amo, por lo que tuvo que ser devuelto a la calle antes de que muriera de pena.
Dos años después de su muerte, por iniciativa de Agaden, con el visto bueno del Ayuntamiento, la asociación protectora de animales y las federaciones de vecinos 5 de Abril y Cadice, se decidió darle su nombre a una calle peatonal que el animal frecuentaba. En el mismo callejón se colocó una placa de bronce con el torso en relieve del animal conmemorativa de este acto de fraternidad y de amor incondicional. En la placa se puede leer aún: “A Canelo, que durante 12 años esperó en las puertas del hospital a su amo fallecido. El pueblo de Cádiz como homenaje a su fidelidad. Mayo de 2004.

(texto de Gema Freire)

La Condesa de Teba - Una madre casamentera

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Nació en Málaga el 24 de febrero de 1794 siendo hija de un escocés exiliado en España en su juventud por apoyar a la Casa de Estuardo en sus pretensiones dinásticas, que tras instalarse en Jerez de la Frontera y dedicarse al comercio del vino, se trasladó a Málaga con el cargo de cónsul de Estados Unidos en dicha ciudad.
El 15 de diciembre de 1817 contrajo matrimonio con Cipriano Palafox y Portocarrero,duque de Peñaranda de Bracamonte, marqués de la Algaba, conde de Teba y de Montijo, entre otros títulos, soldado bonapartista y veterano de las Guerras Napoleónicas, que era hijo de Felipe Antonio de Palafox y Croy, hijo de los Marqueses de Ariza, y de María Francisca Portocarrero y López de Zúñiga, condesa de Montijo.
En 1837, se trasladó brevemente a Inglaterra para seguir la educación de sus hijas, pero pronto regresó a París. Después de la muerte de su marido, y quizás la decepción del matrimonio de Villiers con una dama inglesa, regresó a España y participó en una amplia vida social con la ambición de encontrar marido para sus hijas.
Su hija María Francisca Palafox Portocarrero y KirkPatrick, por ser la primogénita heredó gran parte de los títulos familiares, y casó con Jacobo Fitz-James Stuart y Ventimiglia, duque de Alba, siendo conocida como Paca de Alba.
Otra hija, Eugenia Palafox Portocarrero y KirkPatrick, influenciada por su madre y por Prosper Mérimée contrajo matrimonio con Napoleón III, siendo emperatriz de Francia y conocida como Eugenia de Montijo, cuyo título nobiliario poseyó.
En la década de 1830 se trasladó con sus hijas a París para que estudiasen, y allí retomó su relación con William Frederick George Villiers, que más tarde sería conde de Clarendon, de quien se rumoreaba que había sido su amante. También continuó su amistad con Prosper Mérimée, a quien había conocido en España y que tuvo gran interés en la educación de las niñas. Manuela fue la fuente de inspiración de Mérimée para la historia de Carmen.

Falleció en su casa del distrito de Carabanchel el 22 de noviembre de 1879.

El crimen de la calle de las Beatas

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Un asesinato en la capital de España se convirtió en la comidilla de Madrid el año 1776. Más que la muerte en sí, lo que sorprendió a propios y extraños fue quién cometió el crimen.
Es verano en el Madrid de 1776. Un vecino del centro de la capital, un guarda para más señas, decide dar un paseo con su esposa e hija después de la cena. Pero algo trastoca la tranquilidad de familia. La noche estival resulta muy agradable, hasta que se detienen en la popular calle las Beatas. A lo lejos contemplan un bulto informe. Se acercan. Un hombre está tendido en el suelo, cubierto de sangre.
Al rato, los médicos trasladados al lugar dictaminaron que el individuo había fallecido tras una certera puñalada en el mismo corazón. Algunos vecinos identificaron el cadáver. El hombre vivía en la zona. Se llamaba Diego y era un humilde hortelano, para nada escandaloso, casado, con dos hijos muy pequeños, y con fama, aparentemente bien merecida, de absoluta honradez. No parecía que la muerte se debiera a un ajuste de cuentas o a enfrentamientos del "hampa" capitalina. Las investigaciones comenzaron entre los vecinos. Pero poco sabían. Así que el alcalde mayor, responsable de la investigación, decidió seguir la única evidencia existente: el reguero de sangre que partía del cadáver. La sangre trasladó a los investigadores hasta una de las iglesias más importantes del Madrid de la época, la Parroquial de San Sebastián. No era extraño. Por aquel entonces era habitual que los criminales se acogieran la protección eclesiástica, y escondiesen sus asesinatos en la intimidad de una iglesia. El alcalde mayor logró acceder al templo, y después de muchas trabas por parte de sus inquilinos, descubrió con la ayuda de testigos de dentro quién había entrado, raudo y ensangrentado a la parroquia. Sorprendentemente, se traba de un sacerdote. Y estaba escondido en el coro de la iglesia. Sin apenas resistencia fue detenido y encerrado en la cárcel real.
Al día siguiente de la detención, todo se aclaró. La viuda del asesinado, embarazada, superó el estado de ansiedad que la muerte de su marido le había provocado y pudo dar testimonio de lo que sabía. Su opinión era que el cura detenido había sido el asesino, pues se la tenía jurada a su esposo desde hacía unos cuantos días. Ocurrió que el sacerdote tenía una amante, de nombre Manuela, vecina del desdichado matrimonio. Y cierta noche, apenas dos semanas antes del luctuoso suceso, generando la pareja un bullicio extremo con gritos y serenatas, el finado les reprendió con unas palabras que hirieron hondamente al sacerdote, que juró venganza: "¡Qué buen cura! ¡Y mañana irá a celebrar! ", gritó el fallecido. Y el cura se guardó para sí estas palabras... Y las vengó a cuchilladas.
Fue la primera vez que la justicia civil actuó antes que la eclesiástica, y le condenó a muerte. Aquello despertó un gran escándalo en la capital, ya que, hasta entonces, en los muchos casos semejantes a este, para salvar el buen nombre de la todopoderosa Iglesia, se había decidido ocultar los crímenes, esconder al culpable y esperar un tiempo hasta que fuese olvidado. Sin embargo, grande era el poder eclesiástico, y enorme su influencia. Finalmente el rey Carlos III decidió intervenir y el clérigo homicida no sería condenado a morir. Con la Iglesia habían topado.

(Historia de Iberia Vieja)

El amor mueve un río

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Las leyendas sobre la fuerza del amor están muy difundidas. Una de ellas es la que cuenta como la localidad vallisoletana de Medina del Campo, consiguió que un río, el Zapardiel, pasara por su término.

Fue hace mucho tiempo, cuando en todo el lugar no había fuentes, arroyos ni ríos, y en un año en que la sequía castigaba con especial dureza a estas tierras.

Llegó a la villa un caballero, de probada valía y poseedor de gran fortuna, que se enamoró de una de las jóvenes de la nobleza local. Uno tras otro, rechazó la doncella sus requerimientos amorosos, hasta que al fin, ya cansada, envió a sus criadas a decirle al joven que no se casaría con él hasta que el río Zapardiel, muy alejado de la ciudad, regara sus jardines y huertos. Partió triste el caballero, dando por perdida a su amada, cuando se le ocurrió la idea. Contrató a cuantos trabajadores pudo, y gastando toda su fortuna, consiguió abrir un nuevo curso al río, que llegó a Medina del Campo, y pasó bajo los balcones y ventanas de su dama, regando huertas y jardines.

Desde entonces, el Zapardiel ha cambiado la fisonomía de la villa, y continúa fluyendo por el cauce abierto por amor.

El montón de trigo y el de paja

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Aquella tierra parecía estar bendita por Dios. Era una de las más  ricas y jugosas de la comarca: en la otoñada, el arado levantaba los surcos oscuros, llenos de calor y vida, que parecían desprender una aureola de confianza y promesa. Y en Ia prmavera, una inmensa caricia de verdor llenaba de alegría los campos. Mas la gloria venía sobre todo en el tiempo de la cosecha. Los panes dorados se agitaban por el viento cálido de la siesta y parecían gritar "¡Venid a cogernos! ¡Venid, que ahora es el dulce tiempo, de la cosecha". Y venían los segadores, y con sus hoces de plata segaban las espigas y formaban enormes gavillas, y después los carros, arrastrados por lentos bueyes, los llevaban a las eras, en donde tenía lugar la trilla alegre y bulliciosa. Por este tiempo, una tarde se encontraba el dueño de esas tierras, un rico y poderoso labrador de las cercanías de Segovia, aventando él mismo el trigo.
Por el camino llegaron dos pobres. Sus vestiduras eran unos harapos en los que difícilmente se podían reconocer restos de un traje. Sus caras estaban demacradas por el hambre, y los labios resecos por la sed. Habían caminado bajo un sol abrasador y apenas podían sostenerse. Se detuvieron cerca de la era y, juzgando por la cantidad y aspecto del trigo amontonado que debía de haber gente acomodada que los pudiese socorrer, allá se fueron.. Preguntaron a los sirvientes por el dueño, y se lo indicaron. Acercáronse hasta donde estaba el rico labrador, que tomaba en su mano el trigo y se entretenía en dejarlo caer como acariciándolo. A su lado estaban la medida y el rasero con que se  preparaba para medir el trigo, regocijándose ya por adelantado de la riqueza obtenida. Llegaron los mendigos y le dijeron: "Señor hemos andado día y noche sin encontrar más que tierra ; árida donde nada crecía. Estamos hambrientos, pues ni aun raíces hemos podido comer. Dadnos algo, y os lo pagaremos con nuestras oraciones y con nuestro trabajo". Mas el orgulloso dueño les contestó, (con una mueca de desprecio: "No tengo nada para daros. Marchaos de aquí". "¿Nada? - preguntó con ira el más joven de los rnendigos -  ¿ Nada y teneis delante de vos ese montón de trigo?" "No es trigo sinó tierra" contestó con burla el labrador. Y entonces el pobre exclamó: "Ojalá permita Dios que tierra se os vuelva!".
Iba a golpearle, indignado, el labrador, cuando vio, espantado, como el montón de trigo cambiaba de color lentamente, y el dorado brillante y gozoso iba apagando su resplandor, el amarillo se iba volviendo pardo. Lo mismo sucedía con el de paja. Y así, los dos montones, creciendo enormemente en su volumen, se hicieron de tierra, quedando convertidos en unos cerretes tan áridos, que nada crece en ellos, ni aun las hierbas más humildes y silvestres. Y los demás montones de trigo y paja se convirtieron también en tierra y piedra; y piedra se hicieron hasta la medida y el rasero que estaban junto al avariento. Y se dice que aún se ven en el umbral de una casa de Torredondo.
Tal es el origen del montón de trigo y el montón de paja que aún ofrecen en su forma el recuerdo del fruto primitivo y del portento que los transformó.


(según Leyendas de España de Vicente García de Diego)

San Felices de Bilibio - Haro

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San Felices de Bilibio, también llamado Félix (c.443 - 540 ), fue un anacoreta de Bilibio, hoy municipio de Haro (La Rioja, España). De él se dice que fue un "varón santísimo".

Se cree que nació alrededor del año 443, viviendo durante años como anacoreta en los Riscos de Bilibio próximos a Haro. A él acudió el año 493 San Millán, para quien haría de maestro durante tres años, antes de que éste se dirigiese a los montes Cogollanos. Falleció en el año 520, siendo enterrado en el monte de Bilibio, donde permanecerían sus restos hasta que fueran trasladados en 1090 al Monasterio de San Millán de Yuso por el abad Blas y doce monjes, con los permisos de Alfonso VI y Lope Díaz de Haro.

En 1052 García Sánchez consagró el Monasterio de Santa María la Real de Nájera que el mismo había mandado construir. Tras esto quiso enriquecerlo trayendo los cuerpos de Santos de la comarca, pidiendo su aprobación a los obispos Sancho de Pamplona, García de Álava y Gómez de Burgos. Ese mismo año intentó trasladar el cuerpo de Felices, llegando a tal acuerdo con el obispo de Álava. Éste se dirigió a los Riscos de Bilibio acompañado de muchos caballeros pero cuando abrió la sepultura, sintió separarse del túmulo y se le torció la boca, tras lo que dio inicio una fuerte tormenta. Al parecer que el cielo se oponía al traslado se marcharon, pero parece que el obispo conservaría la deformación de su cara de por vida.

Cuenta Grimaldo que poco después de la conquista de Toledo (1085, realizada por el rey Alfonso VI de Castilla), el abad Blas del Monasterio de San Millán, habiendo leído en la vida de san Millán que su maestro san Felices había fallecido en el Castillo de Bilibio y que se encontraba allí sepultado en un terreno tan escabroso que no se le daba el culto que se merecía por su gran santidad, se decidió a trasladar las reliquias a su monasterio. No se sabe bien porqué, pasaron unos años hasta que continuó su iniciativa, solicitando permiso al señor del Castillo de Bilibio, Lope Íñiguez. Éste les indicó que el permiso deberían solicitarlo al rey Alfonso VI, a quien pertenecía el castillo. Al preguntarle a este contestó:

Paréceme padre Abad negocio grave y dificultoso inquietar ni mover el cuerpo de un Santo; pero porque no parezca que soy contrario a tan justos deseos id con la bendición de Dios y si os place trasladad el Cuerpo de San Felices como lo deseáis y si en esto sucediese algún mal suceso o infortunio no se me cargue a mi la culpa que desde aquí me desligo a esta traslación.

Poco después el abad junto con doce monjes se dirigieron hacia Bilibio. Así el 6 de noviembre de 1090[5] la guardia del castillo, previo permiso de Lope, les abrió las puertas y por la dura pendiente subieron hasta un gran llano sobre la cumbre donde dijeron una misa. Después se dirigieron a la sepultura de Felices, que se encontraba en la punta de una peña, a la parte del oriente, delante del altar de la ermita fundada en aquel lugar en una cuevecilla hecha a pico de cantero con algunas labores de cantería para adorno. Rota la bóveda de ésta, encontraron un ataúd de madera que contenía el cuerpo. Al descubrirse el túmulo indica que salió una exquisita fragancia (Hergueta indica que el olor podría deberse a que antiguamente junto a los cuerpos se enterraban vasijas con aromas). Envolvieron las reliquias en paños muy limpios y las llevaron con éxito al Monasterio de San Millán de Suso.[6] El traslado debió aumentar la fe en este Santo, puesto que varios son los milagros documentados ocurridos a personas que se dirigieron a él en rogativa

Article 2

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Se trata de una explotación minera a cielo abierto que data de los tiempos de la Hispania romana. Se localizan en la comarca del Bierzo (León), a unos 20 Km. de Ponferrada. A ellas se llega por la carretera de Orense hasta Carucedo. El agua era traída por un sistema de canales desde los ríos Eria y Cabrera, a más de 100 Km. de distancia. El paisaje rojizo resulta sobrecogedor y es un paraje declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1997.

En tiempos de la todopoderosa Roma, los guerreros Celtas, mandados por Medulio, estaban sometiendo a las Legiones Romanas, mandadas por Carisio a humillantes derrotas.

Medulio, tenia una bella hija, llamada Boremia, de la que se enamoro Carisio. Cansados de desastres, Roma, envío un Gran Ejercito y derrotaran a los Celtas. Durante la Batalla, un rayo mata a Medulio y la sangre de los Celtas muertos, se infiltro en la montaña convirtiéndose en oro y dando lugar a las Medulas.

Los Romanos, habían ganado la Batalla, pero perdieron la guerra, al esclavizar su Imperio en la extracción del Oro de las Medulas.

Finalizada la batalla, Carisio subió a las Montañas del Bierzo, a buscar a su amada Boremia, engañándola con la promesa de que había firmado la paz con su padre. Cuando llego al pueblo, comprobó que sus guerreros eran esclavos, el pueblo arrasado y el árbol sagrado del Tejo cortado.

Boremia, empezó a llorar y llorar, hasta que sus lagrimas hicieron un río, que se convirtió en lago y la arrastraron hasta el fondo.

Hoy día en la Noche de San Juan, hay quien dice, ver en el Lago de Carucedo a la Ondina Caricea, cantando canciones Celtas.

Flores Arocha

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El Alcalde de Ronda curando a un guardia civil herido en el tiroteo
 
Flores Arocha nació en 1887 en Igualeja cercana a Ronda. Su vida se complicó por el ansia de obtener una finca que su suegro no le quiso vender y si en cambio se la vendió a un cuñado suyo llamado Salvador.

Así en 1931 Flores Arocha fue a replantear la compra a Salvador, éste acababa de llegar a la finca con su hija de dieciocho años, se enredan en una discusión tal que a Arocha se le dispara el arma y, aunque no con tal intención, dio muerte a la hija de Salvador, desde este momento Flores era un forajido perseguido por La Guardia Civil y huyó a la sierra, allí su afán de conseguir la finca se incrementó y nada ni nadie le pudo detener.

En 1932 volvió a la finca y fue matando a toda la familia, la mujer , los hijos y finalmente a Salvador. Hoy en día vive aún una de las hijas que entonces tenía meses y que logró sobrevivir a pesar de los disparos que la alcanzaron.

Flores volvió a la sierra solo hasta que en diciembre de 1934 la Guardia Civil supo de su paradero y fueron a buscarle, fue un enfrentamiento largo y duro, ofreció una fuerte resistencia y no aceptó rendirse. En el tiroteo díó muerte a varios miembros de la Guardia Civil pero debido a la superioridad de éstos lograron cercarle y darle muerte. Así concluye la historia del penúltimo bandolero de la historia de Ronda a la edad de 35 años.

El mantón de Manila

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Olga María Ramos,
hija de Olga Ramos y autora de estas notas,
luciendo un precioso mantón
 
 
EL VISÓN DE LAS CHULAPAS

Olga Ramos solía decir: “Con un mantón sobre los hombros, me creo la reina del mundo” o “Yo no quiero visones, prefiero mantones”.

Nadie como ella para arrebujarse en su mantón o estirárselo, mano en alto con el empaque de su gran personalidad.

Pocas veces se vistió de madrileña prefería cubrir su traje de noche con un buen mantón. Llegó a tener tanta afición que compró más de veinte aunque por el uso sólo son “ponibles” media docena, el resto reposan en su “Museo”.

El mantón aunque se llama de Manila procede de China. Parece ser que esta es la explicación: Todo el comercio que en aquella época llegaba desde Oriente a España, pasaba por la aduana de las Islas Filipinas que eran españolas. Entraban por el Sur hasta Sevilla y algo que muy pocos saben: no tenían fleco. Este precioso remate se le ocurrió a un artesano sevillano que añadiendo ese elaborado trabajo árabe dio al mantón un acabado espectacular y mucho más valor.
 
Y ahora algunos consejos:

1ª- A veces me preguntan si se colocan de pico o doblado a la mitad. Pues depende del tamaño; si es grande (1.50 cm de lado, aprox.) hay que doblarlo para poderlo manejar y si es mediano o pequeño (1.20 cm aprox.) mejor de pico. Nada tiene que ver que se lo pongan en Sevilla o en Madrid.

2ª- ¿Cómo guardarlos? Nosotras los ponemos en una percha gruesa forrada para que no se enganchen. Así los flecos no se rizan y tienen buena caída. Lo que no pueden es eternizarse en el armario. Hay que darles aire, vamos, hay que ponérselos.

3ª - Si los flecos están muy enredados… ¡Paciencia! Porque se pueden desenredar. Sólo se necesita tiempo. Colocar el mantón sobre una mesa grande y sentada frente a él, se moja la yema de los dedos en un bol con agua y algo de suavizante entonces, uno a uno, hay que tirar suavemente de ellos desde el extremo unido a la tela a la punta, alisándolos y formando manojitos de flecos que se van atando con un lazo suave. El mismo peso del fleco húmedo lo irá estirando.

4ª- ¿Cómo ponérselos para que no se caigan? Queridas, eso ya es más difícil. Yo creo que el truco está en dominar al mantón y no dejar que éste les domine.
Pónganse frente al espejo y colóquenselo con parsimonia, siempre cubriendo un hombro, esa es una buena forma para que no se caiga. Y olviden las lentejuelas, abalorios o cualquier adorno en donde puedan engancharse. Y, por supuesto, nada de imperdibles… ¡Válgame Dios!

Y por último: ¡No lo laven nunca ni lo lleven al tinte. A nosotras nos destrozaron dos maravillosos y mi madre lavó uno precioso valenciano y las hojitas verdes de las flores destiñeron.

(Olga María Ramos)

Pere Lastortras

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Pere Lastortras era cerrajero y está considerado uno de los patriotas mártires de la guerra de la independencia en Barcelona. 

Fue acusado de rebelión por hacer sonar la campana "Tomasa" de la catedral de Barcelona junto con el carpintero Ramón Mas y el espartero Julián Portet, mientras se procedía a la ejecución de otros patriotas: el Dr. Joaquín Pou, el sacerdote Joan Gallifa, el sub-teniente Josep Navarro, Salvador Aulet y Joan Massana.

El montón de trigo y el montón de tierra

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Aquella tierra parecía estar bendita por Dios. Era una de las más  ricas y jugosas de la comarca: en la otoñada, el arado levantaba los surcos oscuros, llenos de calor y vida, que parecían desprender una aureola de confianza y promesa. Y en Ia prmavera, una inmensa caricia de verdor llenaba de alegría Ios campos. Mas la gloria venía sobre todo en el tiempo de la cosecha. Los panes dorados se agitaban por el viento cálido de la siesta y parecían gritar "¡Venid a cogernos! ¡Venid, que ahora es el dulce tiempo, de la cosecha". Y venían los segadores, y con sus hoces de plata segaban las espigas y formaban enormes gavillas, y después los carros, arrastrados por lentos bueyes, los llevaban a las eras, en donde tenía lugar la trilla alegre y bulliciosa. Por este tiempo, una tarde se encontraba el dueño de esas tierras, un rico y poderoso labrador de las cercanías de Segovia, aventando él mismo el trigo.
Por el camino llegaron dos pobres. Sus vestiduras eran iunos harapos en los que difícilmente se podían reconocer restos de un traje. Sus caras estaban demacradas por el hambre, y los labios resecosd por la sed. Habían caminado bajo un sol abrasador y apenas podían sostenerse. Se detuvieron cerca de la era y, juzgando por la cantidad y aspecto del trigo amontonado que debía de haber gente acomodada que los pudiese socorrer, allá se fueron.. Preguntaron a los sirvientes por el dueño, y se lo indicaron. Acercáronse hasta donde estaba el rico labrador, que tomaba en su mano el trigo y se entretenía en dejarlo caer como acariciándolo. A su lado estaban la medida y el rasero con que se  preparaba para medir el trigo, regocijándose ya por adelantado de la riqueza obtenida. Llegaron los mendigos y le dijeron: "Señor hemos andado día y noche sin encontrar más que tierra árida donde nada crecía. Estamos hambrientos, pues ni aun raíces hemos podido comer. Dadnos algo, y os lo pagaremos con nuestras oraciones y con nuestro trabajo". Mas el orgulloso dueño les contestó, (con una mueca de desprecio: "No tengo nada para daros. Marchaos de aquí". "¿Nada? - preguntó con ira el más joven de los rnendigos - ¿ Nada y teneis delante de vos ese montón de trigo?""No es trigo sinó tierra" contestó con burla el labrador. Y entonces el pobre exclamó: "Ojalá permita Dios que tierra se os vuelva!".
Iba a golpearle, indignado, el labrador, cuando vio, espantado, como l el montón de trigo cambiaba de color lentamente, y el dorado brillante y gozoso iba apagando su resplandor, el amarillo se iba volviendo pardo. Lo mismo sucedía con el de paja. Y así, los dos montones, creciendo enormemente en su volumen, se hicieron de tierra, quedando convertidos en unos cerretes tan áridos, que nada crece en ellos, ni aun las hierbas más humildes y silvestres. Y los demás montones de trigo y paja se convirtieron también en tierra y piedra; y piedra se hicieron hasta la medida y el rasero que estaban junto al avariento. Y se dice que aún se ven en el umbral de una casa de Torredondo.
Tal es el origen del montón de trigo y el montón de paja que aún ofrecen en su forma el recuerdo del fruto primitivo y del portento que los transformó.

(según Leyendas de España de Vicente García de Diego)

La estratagema del Conde Teodomiro

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Los árabes siguieron avanzando por Hispania una vez derrotado don Rodrigo.

Cuando llegaron a Murcia, el conde Teodomiro, que era el que gobernaba la ciudad, salió a pelear contra ellos con su ejército, pero fue derrotado y perdió a todos sus soldados en la batalla. Regresó,
triste y solo, a Murcia, y entonces tuvo una idea: mandó que todas las mujeres de la ciudad se cortaran el pelo y se asomaran a las murallas con cañas en las manos.


Al acercarse los árabes a la ciudad, creyeron que las mujeres eran soldados y que las cañas eran lanzas. Salió entonces Teodomiro de Murcia con una bandera blanca en la mano y propuso la paz a sus enemigos. Estos, temiendo no ser suficientes para poder vencer a tantos guerreros, aceptaron la propuesta del Conde y se retiraron de la ciudad, dejando allí a algunos de los suyos.

Cuando se dieron cuenta del engaño, ya era tarde. Los habitantes de Murcia hicieron una gran fiesta para celebrar la paz y el ingenio de Teodomiro.

Babieca - El caballo del Cid

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El caballo de guerra del Cid se llamaba Babieca. Era un caballo posiblemente de raza andaluza y pelaje blanco criado en un convento español. Muy probablemente fue un regalo del rey Alfonso VI de Castilla, aunque hay otras versiones. Según la leyenda se le pidió a Rodrigo que eligiera un caballo, y al ver por el que había optado, su tío exclamó:

—¡Mal elegiste, babieca! —palabra que significa simple o bobo.

Entonces el Cid respondió:

—Babieca se llamará, y será un buen caballo.

Era un caballo obediente, ágil y lleno de brío, ideal para la guerra.

Es muy conocida la ultima batalla que ganó el Cid, gracias en gran medida a su caballo. Doña Jimena hizo atar el cuerpo sin vida de su esposo el Cid a la silla del corcel, que a todo galope marcho frente a las tropas, levantando la moral de los soldados y amedrentando a los moros, pues al ver semejante escena, pensaron que el Cid se había levantado de entre los muertos para seguir luchando.

Babieca nunca más fue montado por ser humano alguno. Falleció dos años después que su amo, dicen que a la increíble edad de 40 años, y fue enterrado en algún lugar del monasterio de Cardeña, junto a Burgos. Allí hay un monolito que aún lo recuerda.

("Ciudades y Leyendas" de Manuel Lucena Giraldo)

La Casa de los Paraguas - Barcelona

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La Rambla es una caja de sorpresas inagotable. Una caja que se abre y deja entrever joyas como esta alegoría del orientalismo:  la Casa Bruno Cuadros, que en su día fue una tienda de paraguas de Barcelona. El estilo que la acompanya, próximo al modernismo con el colorido y la delicadeza de sus decoraciones, convierten este edificio en el protagonista de muchos álbumes fotográficos de los visitantes de Barcelona.

En el año 1883, el arquitecto Josep Vilaseca se encargó de reformar el edificio de la Casa Bruno Cuadros y la tienda de paraguas que había en los bajos. Eran los años previos a la Exposición Universal de 1888, y Barcelona no paraba de crecer: en todas partes se construían interesantes obras. El modernismo empezaba a hacerse notar y, con él, el gusto por las decoraciones orientales: La Casa Bruno Cuadros de Barcelona, llamada popularmente “Casa de los paraguas” es un buen ejemplo.

Vilaseca combina toda clase de elementos arquitectónicos previos al modernismo con otros inspirados en otras culturas en un edificio ecléctico que deja boquiabiertos a todos los que pasean por las Ramblas. Los balcones y la galería del último piso de la Casa Bruno Cuadros están llenos de referencias egipcias. En la fachada, los esgrafiados y las vidrieras recuerdan sombrillas y abanicos de hierro fundido. En la tienda, el orientalismo también impregna el exterior, caracterizado por los trabajos de carpintería, los cristales pintados y las pinturas con personajes extraídos de láminas japonesas.

El elemento decorativo más vistoso es, sin embargo, el gran dragón chino de hierro forjado que sobresale de la fachada, que sostiene un paraguas como reclamo de la tienda. Después de las reformas de 1980 en el local de la vistosa tienda de paraguas se ubicó una sucursal bancaria.

Dirección: La Rambla, 82

(datos de Internet)

La Casa de Castril

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Cuentan que Don Hernando de Zafra, Señor de Castril, y descendiente directo del que fuera secretario de los Reyes Católicos, tenía una bella y joven hija, Doña Elvira, que se enamoró de D. Alfonso de Quintanilla perteneciente a una familia enemistada con los de Zafra.

A la pareja le servía de mensajero un joven paje que llevaba y traía las cartas de los enamorados, al cual sorprendió Don Hernando una noche en la habitación de su hija cuando llevaba una de las misivas. Este creyó que el paje era el amante de su hija y mandó ahorcarlo colgándole del balcón de la habitación.

El paje ante tal confusión daba excusas de su comportamiento y pedía justicia y clemencia a gritos, a lo que Don Hernando respondió: “Pide cuanta justicia quieras. Ahí ahorcado puedes estar esperando la del cielo cuanto tiempo te plazca”

No contento con lo sucedido, Don Hernando mando vigilar estrechamente a su hija tapiando el balcón y encerrándola en su habitación, donde cuentan que murió de tristeza.

(Foto y texto de Tagarete)

María Pita

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La defensora de La Coruña en el ataque que dirigió contra ella el príncipe de los corsarios isabelinos Francis Drake se llamaba María Fernández de Cámara y Pita, abreviada por la posteridad como María Pita. Nacida hacia 1562 en Sigrás, se casó cuatro veces y tuvo cuatro hijos.

El 5 de mayo de 1589, los ingleses comenzaron su ataque a la ciudad por la Pescadería, con el objetivo de abrir una brecha en la muralla. Un oficial escaló la parte alta del muro para animar a los invasores, pero para su desgracia se topó con María Pita que, al grito de«Quien tenga honra que me siga», animaba a los resistentes. Al verlo, la heroína lo mató, no se sabe si de una lanzada o de un certero disparo.

Su acto animó a los alicaídos coruñeses, al tiempo que movía a retirada a los atacantes, que dejaron numerosos muertos en la muralla y sus inmediaciones. María también ayudó a recoger los cadáveres y a cuidar de los heridos.

Por su valor, el rey Felipe II le concedió una pensión extraordinaria de cinco escudos mensuales, además de un permiso de exportación de muías de España a Portugal. Murió en 1643.
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